La Casa Del Cura.

Estaba frente al edificio ya, cruzado de brazos, con una sonrisa leve y pintoresca. Observaba la entrada como si compartiese con la puerta alguna especie de interesante plática oculta o invisible. Ojos astutos examinando...absolutamente nada.
Unos agradables, empalagosos, vecinos le apuntaron la humilde casa del “padre”, el siquiera preguntó, pero los extraños debieron de verle perdido. Solo vagaba, observaba con desinterés, y aquellas personas le tendieron ayuda sin siquiera solicitarla.
Estuvo allí en postura perfecta al menos cuarenta minutos. Alzó una mano decidiendo que la puerta no iba a contestarle nada ¿tal vez? Algunos le miraban curiosos.
Le retenía…¡oh si!, ya sabia que le cohibía como para atreverse a llamar. El ruido. Sonrió aún más amplio y su ojo entintado más pardo se cerró al recordar.
Lo estridente.
Lo molesto.
Pero…en fin. Finalmente tocó decidido, sonoro y fuerte, no había nada mejor que hacer.

-¿No oía la puerta?- Comentó de inmediato cuando asombrados ojos azules le agraciaron. Desde donde se encontraba podía oírla, la música, pero todavía no había reconocido los audífonos.
-Vaya padre…- Dijo, exagerando la sorpresa – ¿Qué esperaba encontrar?- chistoso. “¿Una prostituta a domicilio?” Terminó en su cabeza, pero no iría a arruinarlo tan pronto… Podría contestarle Te ves como una o algo por el estilo además.
Parpadeó inocente y acomodó uno de sus mechones, ojos divagando sobre las ropas del otro, la curiosidad e interes muy evidente, demasiado evidente.

Parpadeo incrédulo y cubrió el más afectado de sus oídos con dolor… ¿Acaso se veía como el lechero? Se rió de si mismo en alguna parte muy profunda de su interior, increíble. Por otro lado, sintió que él no era la persona mas extraña de toda la existencia.
Sonrió frustrado. ¿Qué debería pronunciar ahora? “Por supuesto, he traído las botellas vacías, ayúdeme a llenarlas padre…” Alejó los ojos, molesto, negando totalmente esa opción. Era un tipo de respuesta muy obscena hasta para el mismo, y aunque el cura fuese sordo, tenia la impresión de que era mejor no decir nada tan, tan de ese estilo.
Regresó sus ojos a los más claros y dio un paso al frente, acercándose invasivo. Si era sordo, debería poder comprenderle claro de este modo, – No soy el lechero. He venido de visita padre.- leer sus labios o algo ¿no?.

-AH SI?!

Asintió con la cabeza extrañado, no se quitaría los audifonos por una visita así, un pecador? lo despacharia rapido y se iriá, le abrió paso, indicandole que entrase.

- A que debo su visita? Las confesiones son exclusivas en la catedral, aquí no...

Sonrió hablando más calmado, cerrando la spuertas a sus espaldas, ojeandole de arriba a abajo...un pecador...un muy bajo pecador....

¿Bien y ahora que diría? Por primera vez en la vida se sentía perturbado y no perturbador. Observó el cuarto, modesto y pequeño, y se sentó molesto en el piso, allí en su sitio y de espaldas al padre mientras pasaba nervioso una mano sobre su atuendo. ¿Por qué demonios pretendía ser amable? ¿Por qué le interesaba no arruinarlo? Era alguna especie de culpa, ¿Qué? –No vine por confesiones.- ¡Claro que no!, ¡¿Por qué habría de?! Muchas razones en realidad. – Por aquí pasaba, y me dije “Oh, el sacerdote se veía tan encantador y amable en la misa, me cautivaron tanto sus palabras, vamos a saludarle entonces.”- El sarcasmo chorreaba a montones.

¡¿Qué demonios?! Hecho a risas luego de ver la profunda reacción del padre, sosteniéndose con una mano del hombro del rubio. – ¿Por qué debería decir eso?- Preguntó incrédulo una vez que recobró algo de compostura, limpiando delicadamente con su izquierda algunas de las lágrimas que brotaron por la risa…y por la voz aguda. Se separó un poco, extrañado, y cubrió su oído nuevamente, no sabiendo si el otro estaría dispuesto a gritar de nueva cuenta.

-Porque vinoa confesarse no?

Arqueó una ceja, mirandole con incompresion.

- OH POBRE LECHERO PECADOR! NI SIQUIERA PUEDES HABLAR! TANTA ES LA CARGA DE TUS PECADOS?

Mirandole con desagraod por las risas.

Le sobrevino un dolor de cabeza y, acercándose sin cuidado, tomó el rostro del cura con una de sus manos bruscamente, olvidando modales cualquiera, amabilidad o lo que fuese. Había sido suficiente… ya no más burlas -¿Qué no oyó cuando le dije claramente que estaba de paso?- Soltó con falsa paz y entre dientes, su ojo más opaco entornándose por la resaca que el otro le provocó tras hablar. Con la mano libre, buscaba frenéticamente la navaja entre sus bolsillos. Sonrió satisfecho y amplio, al sentir con los abrigados dedos el objeto. –Tiene unos muy lindos y brillantes ojos padre.- "Me gustaría conservarlos por usted…" Solo luego se distrajo, por el fino cable de un...

Simplemente, no iba a reaccionar ¿uh?
Decidio hacer a un lado la idea de perforar los ojos ajenos, o dejarla para más tarde, y aquella mano que seguia resguardada en su bolsillo, abandonó ahora el arma blanca para viajar hasta la mejilla del otro con una caricia leve.
Con tacto dulce alcanzó su oido, recorrió con los dedos aquél cable, y reprimio la risa inocente. – No no no padre.- Repitió, divertido moviendo su cabeza de un lado al otro poniendole énfasis a su burla y en negación. Luego de un intenso tiron, el audifono pendia de su mano…lejos, y se aproximó entonces un poco más al rostro ajeno, -¿Puede oirme ahora?- Susurró al oido.

-Por supuesto que lo soy.- Y le miro, sintiéndose realizado desde su lugar en el piso. Se sentó y acomodó su ropa, lejos de sentirse ofendido. Le han llamado peores cosas.
Volvió, luego de unos momentos, sus dispares ojos contento a los del otro. – No pretendía ofenderle, me le acerqué inocentemente…- Dijo sin expresar los mismo facialmente, -Además, lastimaba mis oídos con su voz tan poco armónica y estridente.- Se aseguró de que su pañuelo continuara en su lugar. – Verá, vine de vi-si-ta.-

-Ah...

Miró cuidadosamente cada uno de sus movimientos.

- Entonces no le provocará problema el que no tenga puesto el hábito, aún así no veo razón por la cual visitarme, no se le veía ni siquiera contento en la misa...

-Oh…- Dijo con falso desentusiasmo. – No estaba amargado en la misa, pero verá su voz no es precisamente angelical.- Sentía que repetía mucho aquello –…y no me preocupan sus precarias prendas.- Comentó haciendo un gesto con los hombros, todavía divertido. – Padre, usar audífonos en la misa, que error…- Pretendía verse horrorizado, pero solo se mostraba burlón, como mofandose del otro. No podía perder de vista las orbes azules…-Bueno, invíteme algo, por favor, no le creí tan poco educado.- Y pasó uno de sus dedos por los labios en costumbre.

-Ohh, pobre cosa.- Dejó pasar lo de “hermano lechero”.
Imitó los movimientos, colocando sus manos sobre las ajenas -Bueno padre, usted me permitió entrar, me quedaré algún tiempo y saldré cuando finalmente este satisfecho con la visita.- Le dió algunas palmaditas y se alejó prontamente para colocarse de pie. Terminó caminando cómodamente para revisar la casa, andando animado y con pasos graciosos hacia el dormitorio.

-Padre, solo soy una persona curiosa, su cuarto va a decirme más de lo que usted en siglos.- No esperó que entendiera y se soltó sin cuidado, emprolijando su atuendo nuevamente. Viéndole de reojo, se serenó su expresión y permaneció en el lugar. El regaño fue leve, aún así el otro tenia algo de extraño dominio sobre su persona. –Pero no entraré entonces. Dígame su nombre.-

-Justin...

Le dijo con tranquilidad. Tomó entonces la manija de la puerta para abrirla, asi segur
o se iría pronto.

- Y...no contestaste a mi pregunta

Miró la manija con nuevo interés, la molesta sonrisa suya presente nuevamente. -¿Qué pregunta Padre?- Y colocando su mano sobre la de Justin terminó de girar el mango, despacio, retirándola luego para empujar la puerta levemente.

Miró de reojo y con desinteres la ubicación de la mano de Malfas.

- ¿Qué considera usted por, "satisfecho"? Para irse de mi casa...

Abrió completamnete la puerta, invitandole a pasar con una inclinación de cabeza.