Un joven de larguisimos cabellos del color del zafiro atados en una coleta alta, y orbes del mismo color de sus hilos de seda, brillantes como las estrellas del firmamente, se encuentra dando un paseo en la playa a media noche, disfruta mucho de esa caminata, con la suave arena bajo sus pies descalzos, y el sol del atardecer tiñiendo el cielo con su sangre. No se trata de un ángel como podría aparentar a simple vista, aún así es difícil que pase desapercibida su belleza etérea.
Se detiene un momento mirando hacia la distancia para disfrutar de la deliciosa brisa marina acariciando su rostro.